jueves, marzo 08, 2007

Congruencia

Es una mentira que una experiencia pueda cambiarnos al grado de olvidar la falta de congruencia inherente a los humanos. Van y vienen los momentos sublimes, las experiencias maravillosas, las personas excepcionales que se cruzan en nuestras vidas. A veces tomamos algo y aprendemos, cnstruimos amores o amistades. Pero siempre en el fondo late esa pequeña llama de abandono, de descuido, que sobreviene en momentos inesperados.

Si no, ¿cómo explicar las amistades truncas, las traiciones, los malos entendidos, los abandonos por tiempo indefinido? No se trata de maldad; es solo falta de memoria y complejidad, ambas normales.

Por eso la vida es un instante en otra ciudad, el atisbo de otras formas de vivir, la cerveza o el mezcal combinados con ligereza y alegría. Más allá de este momento, nadie puede prometer nada sin arriesgar el incumplimiento.

Queda aprender a tomar lo bueno y alejarse de lo que no gusta o no conviene. Somos criaturas limitadas pero aún así, tenemos la capacidad del placer.

domingo, febrero 04, 2007

Domingo, temprano en la mañana

Estabas detrás de un sueño adormilado
el dolor de los músculos no te permitía pensar
el frío se metía por las plantas de tus pies,
te pasaba por la columna vertebral
terminaba en tu cerebro confundido.

Mejor despertar a la nublada vida,
la avenida se hace larga con los autos que silban solitarios
a toda velocidad, para variar.

Mejor ir acostumbrando los ojos a la luz escasa,
al domingo más tranquilo de febrero,
son las ocho y media de la mañana
el día comienza
y el frío va desapareciendo bajo la quieta realidad.

lunes, enero 15, 2007

Ordenamiento de año nuevo

La casa es un remolino. Es una tierra de nadie conformada por regalos, ropa sucia, una gata llorona y recuerdos de todas partes. Recuerdos, por ejemplo, de mi padre trabajando la madera, o del último viaje que hicimos con tantos atropellos para resignificar el nuevo año.

Allá están los brillantes platos de sopa castellana; la baraja del Cid Campeador, los marcadores de portugués al lado de una botella vacía de vino. Los encendedores apilados (tenemos como para un cataclismo universal) y como siempre los libros, en esta casa con tan pocas superficies dónde acomodar las cosas, y tanto suelo para desperdigar todo, jugar un partido de fuból y simular un día de campo dominical.

Más importante, enmedio de todo esto están los rastros de lo que fue y de lo que puede ser. Nos sentamos desde la cúspide de la sala a mirar a los amigos, a los compañeros, y a trazar con astrolabio planos nuevos, senderos menos llenos de equivocaciones, planes más brillantes decorados con la suficiencia del que se siente amado.

Eso es un año nuevo, pienso, y creo que él lo piensa también. Comienza el lunes con las cosquillas de quien quiere ver todo comenzado, bello, en marcha...

martes, enero 09, 2007

Lavando sobre viejas piedras


Me pregunta la jovencísima anciana, aquella lengua que se quedó muchos meses atrás, que cómo está mi corazón.



Le digo que alegre, al lado de los viejos lavaderos del invierno, tratando de comprender porqué hay que acudir a lo más antiguo que podamos para lograr la fuerza que requiere amarrarse a la alegría del momento.


Lavo sobre viejas piedras los nuevos ojos que me confeccioné para este enero. Río abajo los dolores incomprensibles e inútiles, las añoranzas estériles, la ristra de estrellas del recuerdo.


Reabro este espacio para ver trozos de vida y de mundo. Y gracias Liz...




martes, octubre 03, 2006

Bienvenida

Para Luvina

Hubo un tiempo en el que la hierba me saltaba a la vista y era suficiente para emocionarme. Hubo pares de ojos azules, cafés con vetas intrincadas y verdes muy profundos que me acompañaban en la sorpresa de este mundo. Estuve tan convencida del placer de lo trivial que pensé tener asegurada la felicidad por medio de la observación.

Después me convencí de que había otras cosas: el análisis de la mente, la exploración de la pasión y la creación en cualquiera de sus dimensiones. Fue quizás la época en la que más bailé y pensé, descubriendo otros caminos y todos esos mundos pequeños y enormes, que siempre tuvieron como estructura la ilusión y el ansia de permanencia.

Hoy, pequeña, veo los sueños de los que están y los que se han ido. En el lugar donde tu y yo hemos nacido esto significa una mezla desordenada de ideas de la vida, derrotas y triunfos temporales que se enciman unos en otros divididos por asfalto y corrientes de personas apresuradas.

Para celebrar que naciste, que ahora existes, hago un ejercicio mental y le quito no sólo el gris al asfalto y cada capa de hormigón a las paredes de las casas y oficinas. Regreso al punto en el que San Pedro era un caserío con un parque de arbolitos nuevos y más atrás, cuando el río sonaba cerca, las plantas poblaban nuestras calles y los caminos se descubrían o se inventaban a golpe de pie y machetes.

Ahí, es decir, aquí, pudo crecer cualquier flor simple, de esas que hacen bello un lugar. Una flor y el mundo es lo que tengo para esta bienvenida, además de todos los días que nos quedan a ambas (y a todos los demás), por cerrar círculos, abrir sueños y arropar amores. De eso se trata la vida, para eso estamos aquí.



martes, agosto 15, 2006

anclaje

Cuando colgó el teléfono, ya no sabía bien porqué era tan importante aquella llamada. Del otro lado, una voz conocida, ausente por largo tiempo, le había comentado, como cualquier voz, los generales de unos cuantos años de existencia: amores, mudanzas, ciudades, trabajo. Quedó, tras colgar y regresar de una evocación vaga, un ligero temblor de conciencia preguntando razones y significados.

Y eran sólo anclas a una identidad lo que buscaba buscando a aquel hombre. La intención de recuperar por un momento uno de los mejores interlocutores que había tenido, en esta época de ecos escasos. En una instantánea había quedado aquella casa llena de helechos en la que un día platicaron por última vez, alrededor de un mes indefinido de hace unos cuantos años en una colonia invadida por el ruido pero con rincones propicios para esconderse...

Una carta pendiente y un esfuerzo por acostumbrarse a esa voz que había cambiado con la experiencia; un encuentro de fecha incierta y una idea: así juegan los perversos a ser humanos, retando a la paciencia y a la soledad.

martes, agosto 08, 2006

tu poema

Respeto cada vez más ese momento en el que despierto (afuera se va desmoronando la noche en agua) y tu duermes sonriendo. Siento el olor de tu cuerpo al moverse y regreso a mi sueño sintiéndote sin término.

Voy queriendo tus palabras cuando las dices (de tan pocas que regalas) . Estás hecho de risas y actitudes que poco tienen que ver con las maneras conocidas de adjetivar un amor.

Tal vez por eso estoy contigo, aún no puedo escribir el libro de tu vida, sintetizarte en prosa o verso, atrapar la constante de tus comportamientos en mis libretas.

Me devuelves los relámpagos como un espejo, me dejas ciega de tanto mostrarme cómo soy: no tan dulce, tan hermosa, tan extraña como creí ser; pero más verdadera y humana.

A ti, el otro lado de mi cama yo le digo: que la forma es importante, pero que el fondo que me vas mostrando con los días es más profundo que el que conocía.

Forma y fondo, así vamos reflejándonos en un diálogo, que implica todos los aspectos incómodos
y superfluos que no tomamos en cuenta a la hora de pensar en el amor.

A nadie como a ti pude llamar compañero, y decirle que lo quiero por construir este amor
con trozos de realidades.

lunes, agosto 07, 2006

esos temibles objetos...

Llego a la casa. La gata Mariano no desea comerse las sardinas y maulla por sus croquetas habituales. Todo está limpio, ordenado. En el aire húmedo se desliza algo así como un perfume que hace juego con la penumbra de la tarde. Un espacio deliciosamente ordenado para añadirle música, algo de luz y descansar.

De pronto me encuentro, en la mesita de las llaves, con un objeto temible. No lo parece, y más bien da la idea de algo bonito y alegre. Es un cuaderno media carta, color verde, que deliberadamente he intentado traspapelar. Abierto en una hoja con tres teléfonos y una dirección de correo electrónico. Me acerco muy despacio y lo cierro. Lo devuelvo justo a la mitad de la pila de libros, casualmente, y camino hacia otra parte hasta que lo pierdo de vista.

La última vez que escribí en esas hojas fue para despedirme de una persona amada, de mi igual y mejor amigo. Página tras página lloré sentada en un sillón de velatorio, mientras rehuía la visión del ataúd y de su cuerpo, tan el mismo pero sin vida. Al día siguiente, anoté los teléfonos de su padre, la dirección de un amigo suyo.

Está de más decir que nunca llamé a su padre y que el mail que escribí a su amigo nunca tuvo respuesta. Y todavía hoy, cuando el terrible sentimiento del vacío ha quedado reemplazado por una tristeza de baja intensidad y un hueco en los días tranquilos, temo ese objeto, esas palabras que no estoy lista para releer, esos sentimientos que no estoy lista para volver a sentir.

Todos guardamos así, pequeños artículos que representan nuestros secretos, nuestras lagunas emocionales, nuestros demonios. Algunos, para no echarse a llorar de miedo, los exhiben como personajes de circo, pretendiendo que son más grandes que ellos. Otros los esconden e intentan creer que no existen; otros más, como yo, los dejan al alcance de la vista y esperan, con reverencia, el momento para enfrentarlos.

lunes, julio 31, 2006

fin de semana

Puede ir y venir el tiempo. Pasa una bola de estambre naranja a través del marco de la puerta, seguida de la gata Mariano, preparada para jugar y olvidarse del lloriqueo un rato. La oficina huele a incienso con su nueva alfombra recién descubierta y suena una canción grabada en vivo hace mucho tiempo.

La carne se cuece y esperamos entre canción y canción, jugueteando con la peluda, en un lunes pacífico después de tanta fiesta, marcha y situaciones de todo tipo.

Don Keso y su aniversario con un dejo a reventón de la escuela, con Dj's invitados supliendo con la buena intención el arte de mezclar. Chicas con vasos, meseros alegres y Charly dueño y señor de la noche y sus alegrías, ni siquiera distraído por el mismísimo señor de la Cantina Irremediable o el fantástico Chuco y sus aventuras increíbles por verosímiles.

Después la marcha, otra vez la reconciliación con mi ciudad a través del milagro de dos millones de personas riendo y creyendo, pese a las estupideces que me pueda decir el resto del mundo.

Así me vivo hoy, alegre y descansada, masticando en la jaula de pájaros de mi cabeza las verdades que vi en estos dos días y que no puedo enunciar, pero sí sentir y dejar fluir por mi cuerpo.

Como diría Juanito, Salud.

lunes, julio 17, 2006

Lo que yo viví

Me da tristeza la ingenuidad de las personas que se quedan en casa viendo la tele o escuchando la radio, y que creen que este es un conflicto entre ciudadanos y un cuestionamiento al desempeño de los funcionarios de casilla. Me duele que la misma gente se atreva a hablar mal de las personas que quieren defender su derecho a decidir, tragándose la idea de que todo esto es un berrinche de AMLO.

Yo no soy perredista, ni activista política, ni defensora del Peje. Pero sí una ciudadana de este país tristemente lastimado que no creía que estuvieramos todavía en un punto tan lejano a la libertad. Menos choro y más imágenes, aquí está lo que yo ví en la famosa marcha del 16 de julio... A ver qué veo en la del 30 (bien dispuesta a llevar al doble de personas).

Desde el metro San Pedro de los Pinos subió la gente, en pleno territorio de panistas

En el metro Auditorio las personas se hablaban para indicar la salida correcta.

Uno de los "renegados" en el Museo de Antropología. Más que pejejistas, personas preocupadas por el lugar donde nacieron y han vivido.

Rumbo al Zócalo, parecíamos familias rumbo a Chapu en un domingo soleado.

Aunque cada vez se juntaban más, fue normal ver niños en los hombros de sus padres y bebés en carreolas. Nunca se perdió la sensación de tranquilidad.

De una forma u otra, muchos le pusieron significado y alegría a la manifestación ciudadana.

Ya por la Diana, era difícil caminar por la avenida o la banqueta.

Sólo la verdad. Mientras decidamos que alguien más piense por nosotros, no podremos construir nuestra propia verdad.

¿Ven cómo no es tan difícil salir a defender lo que es propio?

El joven abuelo menos triste que de costumbre.

En el Centro no ví negocios cerrados; ni siquiera los ambulantes dejaron de trabajar pese a la cantidad de gente. Nunca vi una aglomeración más respetuosa.

Las fotos aéreas de La Jornada son impactantes. A ras de suelo y atrás de las banderas de Super Barrio (no pudimos llegar más allá del inicio de la plancha del Zócalo) se veía así.


Le tengo pavor a las multitudes, pero es verdad que ví ahí a gente común y corriente, familias con dinero y sin dinero pero con una característica en común: decididos a pensar y con un poco de conciencia con respecto a lo que el pasado ha hecho al país de la abundancia. No quiero seguir viendo morir los sueños, ni la tierra, y por eso estuve ahí.