domingo, febrero 28, 2010

Milagros del aire


Eran los tiempos del viento
y el descubrimiento de las montañas:
estábamos más cerca del borde
de lo que habíamos imaginado.

Entre el humo y la velocidad,
habíamos perdido el rastro
de las cimas y los astros.
Flotábamos en la ensoñación
de los días que huyen sin nombre.

Vinieron las nubes a despertarnos,
a enseñarnos las rutas del aire
en los dibujos efímeros del instante
portentoso que precede a la noche.

Y estuvimos a punto de salir
de los salones y las oficinas
para acostarnos en la hierba
y dedicarnos a mirar, a respirar, a vivir.

Mas justo a tiempo recordamos
que lo hermoso no cambia el mundo
que había que checar tarjeta, echar la llave
y correr hacia la casa a refugiarnos
de nuestra propia incapacidad.

miércoles, febrero 17, 2010

Sonámbula


Perdida estabas, agitada entre los pasillos de colores,
buscando el zapatito que el bebé dejó caer
en algún punto del camino distraído de la compra,
tarareando las canciones que salen de bocinas invisibles
deslumbrada, un poco, por el orden de las latas,
la limpieza del piso, la fealdad del techo altísimo de lámina,
los empleados muriendo de tristeza, de enojo contenido,
de indiferencia atroz por tus problema.

El bebé sonríe porque corres y te mueves,
mientras él abraza su pie diminuto dentro del calcetín
azul, quizás blanco, no puedes perder un zapatito más,
debes hallarlo, este lugar es demasiado grande.

Y tú estás tan cansada que podrías
sentarte a llorar en los carruseles de ropa,
a dormir el sueño de las lechugas desmayadas,
esconderte detrás de la concentración de carritos
perfectos, azules, rojos, eficientes,
listos para llevar la miseria de cualquiera
por el camino artificial de la bonanza,
cortando con elegancia las esquinas.

Como en el juego del timbiriche, cerrando cuadros,
trazando una ruta a lápiz imaginario
hasta la caja, hacia la puerta, otra vez al mundo
que te hace tanto daño.

miércoles, febrero 03, 2010

Túnel

Rollende Tonnen, Henri Cartier-Bresson.


Allá nos lanzamos, arriesgados,
aventurando el otro lado del túnel,
deslizando las suelas
con miedo de caer
y mancharnos la ropa
con la turbia materia de lo desconocido.

Brillamos, sí, lo hicimos,
ante los ojos de quienes quedaron atrás:
encarnábamos la posibilidad de lo nuevo
la promesa de lo extraño,
el deseo de una respuesta.

Nadie se imaginaba entonces
que volveríamos tan sólo
con un saco lleno de preguntas.