domingo, noviembre 25, 2007

Puerto

La ventana de mi cuarto es la puerta del sonido. Aquí escucho las voces del pasado en forma de canciones que me hacen mover los dedos lentamente, que me confrontan con el tiempo frío del otoño, el sol del verano que me hace sudar o el balance perfecto de la primavera quieta del Altiplano.

A veces es un escenario. Desde mi ventana bailo para ojos soñados que aplauden desde las copas de los árboles, esos pocos por los que amo este barrio. Cuando las palabras no me bastan extiendo esta vida a mi cuerpo, vuelvo a las cumbias desveladas de mi infancia, a la música extranjera de mi adolescencia, a la calma apasionada de las danzas del presente.

Esta ventana es el acantilado de un mar imaginario. Acomodada en su orilla observo pasar las hormigas, los viejos amigos y las ráfagas de viento que anuncian todo el tiempo las llegadas y salidas de galeones a tierras exóticas, pequeñas piraguas al otro lado del río y buques fantasma con historias grandiosas en costales de semillas.

¿Y tu ventana, cómo es?


jueves, noviembre 22, 2007

Una mujer



Para la títa, Helena Figueroa

La calle y la cocina están en el centro de sus manos, hermosa hechicera que trastoca el significado de los platos y las luces. Estar con ella es como comer despacio, alimentar una calma que no cesa, que regresa todo el tiempo a sus manos de hoguera.

Su existencia es un punto alrededor del cual van y vienen las tardes de sol de los mortales, lo noto en el espacio que deja cuando habla del amor, en su acercamiento intuitivo a la realidad y en las fauces misteriosas que ostenta cuando no puede reír.

Por ella, y sólo ella, se sume en el olvido la falla, los cafés se convierten en su terreno de hierba y las ciudades simplemente se desvanecen. Queda su sonrisa, sus ojos como brebajes, sus sueños como laberintos, su palabra serena como fuego frío que se expande.


martes, noviembre 20, 2007

Huellas


Ahí estuve, sólo unas horas.
Mis pisadas se borraron después,
como todo se pierde
con el tiempo, poco o mucho.

La misma arena que pisó Gonzalo Guerrero
cuando encontró su vida entre los extraños.
Así la voy encontrando yo
entre el final de este sol
y el inicio del que viene.



lunes, noviembre 12, 2007

Hoy sólo vida

Para Blanca. Para Arturo.

Demasiado pronto supimos que ignoramos dónde está ese golpe letal que nos aleja de los seres que amamos. No por saberlo duele menos. Tener la certeza de la muerte no me impide llamarla hija de puta, clamar ante la idea del destino y caer en el suelo desconsolada, porque no existe.

La ví sentada en esas mismas sillas donde yo me siento a comer o a platicar contigo. Se reflejaba en el mismo espejo al que miro de reojo cuando estoy feliz. Esa mujer te hacía sonreír, lo sé, y ahora que no estará más y veo tu dolor disfrazado de calma, me duelo yo también, imaginando quizás que pudiera dolerte menos, sólo un poco menos.

Por su voz dulce, por sus pasos leves, por su conflicto inacabado y su esfuerzo constante. Por ser tu amiga, mi amiga. Por escucharte y quererte, por dejarte ahora la herencia de su vida breve, de su final imprevisto: voy a cuidarme, a caminar con paso seguro, a evitar tantos riesgos como pueda, voy a vivir hasta ser una anciana alegre y sabia.

Hoy cierro los ojos por la hermosa Blanca. Hoy no canto y la recuerdo, la mantengo viva mientras siento ese navajazo ya conocido en el alma. Seguirá aquí mientras nosotros lo hagamos.

miércoles, noviembre 07, 2007

Cosas sin nombre

Como el frío en un estacionamiento de cine.

¿No has estado ahí antes, decenas de veces, tomando la mano de alguien con quien crees compartir algo?

Yo te voy a explicar, lo único que se puede compartir es una risa a oscuras, la sorpresa del ritmo, tres palabras dichas bajito para no molestar a los de al lado. Después el camino, un plato de comida, un silencio sin conciencia, pies tibios para la madrugada y un amanecer apresurado.

¿Qué puede significar?

Hay cosas que sólo son, que no pueden (ni deben) tener nombre.

Como esa escena de la película donde el instante es lento, tan lento que no vas a poder olvidar esos perfiles, esa luz y la irremediable necesidad que tiene el tiempo de seguir.

lunes, noviembre 05, 2007

Soy tan imperfecta

Para mi hermano

Mi razón tiene una pata rota y se ausenta convenientemente; por las tardes se va a dar la vuelta sin dejarme dicho cuándo vuelve: ni una notita en el refrigerador para saber cómo esconderme de la incongruencia.

Mis pasiones desconocen el límite siempre que pueden: son como niños despeinados que corren sin dirección sobre la hierba. Ríen y gritan, me encantan como si pudiera observarlas jugar -sentada en una poltrona al sol- mientras se raspan las rodillas, construyen puentes en el riachuelo y se llenan de tierra la cara, felices.

Y está mi cuerpo, marcado por cada una de las batallas pasadas, cansado y curvo, a ratos lleno de ritmo. Su superficie se cruza de tantos secretos, su interior hierve con tal facilidad, que no sé controlar la ráfaga de viento que lo envuelve ni resistir el calor que lo empapa.

Mi voluntad es la única que está siempre de mi parte. Para amar o irse en el peor momento de la fiesta, para empecinarse y retirarse cuando se apaga la última luz. Estoy aquí y me declaro libre de probar lo que se me antoja, de cuidarme tanto como me permiten mis enemigos, de quererlo todo y conformarme con lo que tengo.

jueves, noviembre 01, 2007

Hormigas en los brazos

Para Felipe


No tienes casa, te mueves entre fronteras llenas de gris, a través de caras que desconoces, por un esfuerzo que trae el cascabel del aburrimiento atado a la cola.

Es curioso, lejos de tu barrio, de tus amigos enfermos y viejos, cómo te sientes solo, aunque sepas de sobra cómo moverte en el concreto, aunque tengas patentada la fórmula de la seducción para los extraños.

Llega un punto en el que cansa el escenario y te transformas en la definición de melancolía, extrañas lo que nunca tuviste, lo recuerdas como un futuro glorioso e incierto, te desesperas por saber si esos brazos, si esa tierra, si estos sueños.

Te pienso: me apareces fuerte, hermoso, con los pies de porcelana zurcando noches, medios días y años enteros al otro lado del Viaducto. Te regalo hoy mi sueño de plomo entre sábanas de franela, mi ocio de soles a rayas, mis historias truculentas, mi reflejo, cansado también.

Todos estamos en donde no estuvimos, todos queremos ese algo que no se nombra. Todos traemos hormigas en los pies y, con un poco de suerte, vamos hacia allá.