Para la títa, Helena Figueroa
La calle y la cocina están en el centro de sus manos, hermosa hechicera que trastoca el significado de los platos y las luces. Estar con ella es como comer despacio, alimentar una calma que no cesa, que regresa todo el tiempo a sus manos de hoguera.
Su existencia es un punto alrededor del cual van y vienen las tardes de sol de los mortales, lo noto en el espacio que deja cuando habla del amor, en su acercamiento intuitivo a la realidad y en las fauces misteriosas que ostenta cuando no puede reír.
Por ella, y sólo ella, se sume en el olvido la falla, los cafés se convierten en su terreno de hierba y las ciudades simplemente se desvanecen. Queda su sonrisa, sus ojos como brebajes, sus sueños como laberintos, su palabra serena como fuego frío que se expande.
Su existencia es un punto alrededor del cual van y vienen las tardes de sol de los mortales, lo noto en el espacio que deja cuando habla del amor, en su acercamiento intuitivo a la realidad y en las fauces misteriosas que ostenta cuando no puede reír.
Por ella, y sólo ella, se sume en el olvido la falla, los cafés se convierten en su terreno de hierba y las ciudades simplemente se desvanecen. Queda su sonrisa, sus ojos como brebajes, sus sueños como laberintos, su palabra serena como fuego frío que se expande.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Escribe algo. Todas las palabras tienen peso.