jueves, noviembre 22, 2007

Una mujer



Para la títa, Helena Figueroa

La calle y la cocina están en el centro de sus manos, hermosa hechicera que trastoca el significado de los platos y las luces. Estar con ella es como comer despacio, alimentar una calma que no cesa, que regresa todo el tiempo a sus manos de hoguera.

Su existencia es un punto alrededor del cual van y vienen las tardes de sol de los mortales, lo noto en el espacio que deja cuando habla del amor, en su acercamiento intuitivo a la realidad y en las fauces misteriosas que ostenta cuando no puede reír.

Por ella, y sólo ella, se sume en el olvido la falla, los cafés se convierten en su terreno de hierba y las ciudades simplemente se desvanecen. Queda su sonrisa, sus ojos como brebajes, sus sueños como laberintos, su palabra serena como fuego frío que se expande.


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