miércoles, febrero 09, 2011

Antes de zarpar

Decir que comienza,
que dura, que termina
es injusto y peligroso.
Aquí nada está dicho
lo suficientemente alto,
nada ha sido soñado
sistemáticamente,
hilvanado al borde de una falda
o atado con palabras y presiones.

Hablar, afirmar, hacer
son parte de todos los días
este día
que nunca sé dónde está.
Amanezco y a mi lado
respira un dragón,
un hombre dulce,
el dios de las mitologías
que quedaron cuando aceptamos
el odio al whisky y la ternura impresa en offset.

Escucho sin prestar atención
las voces que intentan reflejarnos,
los códigos de validación
se me olvidan por las noches
cuando con un beso
como con una mirada
se alarga el tiempo sobre el fresco
que todavía guarda la montaña.

Y sé que vamos a hacer esto
como se vive la vida:
simple, a cada minuto,
dejando las palabras para lo que sirven
en el cajón de los rompecabezas,
los hilos para tejer,
las miradas lejanas,
el cajón que abrimos
cuando no estamos tocándonos
y quietos nos esperan,
doblados en cuatro movimientos,
los buenos
y malos presagios.