martes, diciembre 28, 2010

Cuando el hogar dejó de serlo

Ya me quitará -dice- este lenguaje de la boca
con besos y mordidas a lo largo de los días
que cuando no está se vuelven lentos
como pasos cautelosos de felinos necios.

Si pudiera hablar de las manchas en el lomo
que tiene la cara del amor mientras reposa.
Si decir su nombre fuera suficiente
y no una simple señal de la existencia
de ese tipo, mi tipo, que apenas duerme...

Desnuda, encapsulada, con una agenda apretada
deshago conversaciones pensando en sus huesos...

domingo, diciembre 26, 2010

Futuro perfecto

Y cuando decidimos
que esta historia iba a serlo de verdad
no pensamos, simplemente fuimos
lo que sentimos que debíamos ser.

Besar la boca del otro
cuando eres tan amado como amas
resulta fácil con el mar de por medio
y cualquier impedimento imaginario.

Ya sabíamos de las paralelas,
del daño, del cuidado y los secretos
necesarios para seguir viviendo
y siempre tener de nuestro lado al misterio.

Comenzamos a andar así, poco a poco
más allá de las palabras,
lazo común con los otros.
También a través y sobre ellas,
por lo simple y lo concreto.

Y no teníamos ni idea
de lo que comenzábamos
pero sí planes para todas las letras
del abecedario, que aparecían
en la comisura de los labios,
bajo de la sombra del pasado,
hilvanando el argumento.

Aquél hermoso y perfectamente libre
acto de amor.

jueves, diciembre 23, 2010

Una vitrina

Aquí nadie se toca
porque somos todos de cristal.
No vaya a ser que nos rocemos
y quebremos nuestras finas aristas;
que no suceda que
abandonemos el brillo
y descubramos la aspereza
en el despostillamiento
de la personalidad.

Podemos mirarnos
desde los escaparates diseñados
para mantener el misterio
y regalarnos sonrisas sutiles,
verdades brutales suspendidas
del supuesto del deber.

O interrumpir silencios dorados
para emitir una sentencia,
amenazar invisiblemente
con la imaginación
algo que está muerto
desde hace mucho tiempo.

Estamos solos y con los otros:
vaya implacable verdad
con la que hay que lidiar cada vez
que movemos un músculo.

Y nos perforamos voluntariamente,
vivimos de atún y sonidos vegetales,
gritamos desde el otro lado del mar,
racionalizamos el amor que nunca para
o despreciamos la oportunidad.

Pero no nos atrevemos
a decir eso tan simple, eso que me dice
una voz cada vez que no me lo espero:
que estamos juntos, que podemos vernos
y reírnos de todo, construir y abandonar
porque no pasa nada, porque de todas formas
estamos lastimados desde el inicio
y lo que puedas sentir es ganancia
a la muerte que te espera en la otra esquina.

viernes, diciembre 10, 2010

Huellas

Me pongo su suéter azul:
es más frío que la sombra
que me hace temblar a medio día.
No me importa que trate de vencerme
porque igual voy a salir con falda
a ver qué nos regala el viernes.

Esta mañana hacía la fotosíntesis
rumbo a la oficina, fumando,
sonriendo este breve siempre,
apuntando bocetos de algo
como un plan que ya no sabe
si va, viene o se detiene.

Es claro que no va a terminar
nunca de borrar las huellas
que deja por ahí en cada camino:
en el tapete de baño mojado,
sobre la arena blanca del Caribe
y en los charcos de sol que barre la tarde.

Yo pienso, cuando lo veo y cuando no,
que el presente del caminante
me permite destejer mis excusas
borrar mis propias pisadas
para cambiarle el rumbo a un destino
cada vez está menos escrito
pero mejor soñado.

[Y vamos a ser necios
para construir un sentido]

jueves, diciembre 02, 2010

Una madre antigua

Cada amanecer tambalear con una duda
marear la incertidumbre, tensar el cuerpo.
Es tan triste cuando arranca el tiempo
en esta parte del mundo, la ciudad en que nacimos,
miserable y cruel con la idea de lo bueno
egoísta en sus milagros, peligroso engendro.

Es un animal, a veces duerme y ríe,
te permite reposar sobre su piel,
escuchar su respiración y sus latidos.
Parece entonces una madre que no muere,
reconoces en cada esquina su sangre que destella
como si se abriera la carne y te dejara
tocar su alma de lago asesinada,
su transparencia de fantasma tierno.

¿Cómo vamos a saber qué siente?
Entrar a sus brazos a las seis, siete, ocho am
es un salto de fe, la caída en el absurdo,
una carrera para arrebatarle lo que puedas.
Es como tú una mujer caprichosa
capaz de enamorarse por un rato,
inventar a una pureza inexistente
y hacer reales pequeños deseos...

Hasta la próxima mañana, hasta otro reto.