lunes, enero 15, 2007

Ordenamiento de año nuevo

La casa es un remolino. Es una tierra de nadie conformada por regalos, ropa sucia, una gata llorona y recuerdos de todas partes. Recuerdos, por ejemplo, de mi padre trabajando la madera, o del último viaje que hicimos con tantos atropellos para resignificar el nuevo año.

Allá están los brillantes platos de sopa castellana; la baraja del Cid Campeador, los marcadores de portugués al lado de una botella vacía de vino. Los encendedores apilados (tenemos como para un cataclismo universal) y como siempre los libros, en esta casa con tan pocas superficies dónde acomodar las cosas, y tanto suelo para desperdigar todo, jugar un partido de fuból y simular un día de campo dominical.

Más importante, enmedio de todo esto están los rastros de lo que fue y de lo que puede ser. Nos sentamos desde la cúspide de la sala a mirar a los amigos, a los compañeros, y a trazar con astrolabio planos nuevos, senderos menos llenos de equivocaciones, planes más brillantes decorados con la suficiencia del que se siente amado.

Eso es un año nuevo, pienso, y creo que él lo piensa también. Comienza el lunes con las cosquillas de quien quiere ver todo comenzado, bello, en marcha...

martes, enero 09, 2007

Lavando sobre viejas piedras


Me pregunta la jovencísima anciana, aquella lengua que se quedó muchos meses atrás, que cómo está mi corazón.



Le digo que alegre, al lado de los viejos lavaderos del invierno, tratando de comprender porqué hay que acudir a lo más antiguo que podamos para lograr la fuerza que requiere amarrarse a la alegría del momento.


Lavo sobre viejas piedras los nuevos ojos que me confeccioné para este enero. Río abajo los dolores incomprensibles e inútiles, las añoranzas estériles, la ristra de estrellas del recuerdo.


Reabro este espacio para ver trozos de vida y de mundo. Y gracias Liz...