miércoles, agosto 25, 2010

Sin deudas

Yo ya no tengo deudas por pagar;
por eso puedo sonreír y querer sin condiciones.

Hubo un tiempo en el que las hormigas rojas
se me subían en los brazos hasta hacerme llorar,
cuando me daba cuenta que las palabras
no son actos
pero jamás se olvidan.

Cada promesa, cada declaración es un peso muerto
asesinado por la verdad antes de hacerse realidad:
hacer llorar al otro duele estúpidamente,
porque compartir lágrimas no es consuelo
ni manera de saldar ninguna cuenta.

***

Hay un hombre de fuego que no para de inventar el mundo.
Tiene en los dedos y en los ojos un poder que asombra:
sabe desbaratar vacíos y encontrarse mi mirada
en las costas, en las islas, en la punta de la montaña.

Lejos, desde el filo de la ventana, a media tarde,
escucho un avión pasar sobre su cabeza:
callamos juntos y luego reímos porque el tiempo sucede
y por un minuto nos sorprende tomados de la mano.

Es una llama de música que no se aleja de mi ritmo
porque sabe que siempre podemos dar una vuelta de timón.

***

Hay un hombre como un barco
que se lleva a sí mismo por océanos de aire.
Es callado, besa y muerde como las piedras de agua,
sabe cantar y jugar con los niños y los enfermos.

A veces, en las tempestades, cierra las compuertas
y se atrapa en una ola inmóvil,
tratando de achicar y no morir en el intento,
a la deriva, siempre buscando.

Es una nave que miro desde mi silla, alumbrada
por la pasión que me permite comprenderlo.

***

Y yo que llegué a creer que nunca volvería
a amar la sombra de los desconocidos.
Yo, la que casi se sepulta en la costumbre
de vivir la vida paso a paso.

Vuelvo a temblar de placer y de historias,
he recuperado el arte de ser lo que soy:
algo indefinible pero que anda, cuida e inventa.

miércoles, agosto 18, 2010

Flashback

Esta tarde ví a una monja
que me dio clases en la primaria.
Cerraba la puerta del colegio
en el que atravesé casi toda mi infancia.

Apenas nos miramos, como dos desconocidas
que se encuentran en un sueño que al despertar se olvida.

Me di cuenta de lo cerca que estoy de mi pasado,
sin apenas creerlo, sin apenas pensarlo:
el parque, la iglesia, esa escuela de secretos,
la casa en la que conocí a mis padres, aún enamorados.

Y no puedo explicar lo que sentí ante ese ser
de cabello corto y uniforme azul marino,
traída por casualidad de los recuerdos de una niña
a la que dios le rompió el corazón ya hace tanto tiempo.

Quise por un momento detener el auto, decir hola,
preguntar su nombre y quizás hablarle
de la vida en la jaula de mil aves,
del sabor del tequila en otra boca,
del cansancio, del deseo y los errores
con los que se va aprendiendo que el absurdo
no es razón suficiente para un ser divino.

Pero tuve miedo de su imagen hermética
que era exactamente la misma:
misma boca agria, mismas manos curtidas,
misma llave de plata. Esa monja no ha envejecido,
por lo tanto, no ha vivido.
Y para hablar con los muertos
es necesario haberlos querido.

miércoles, agosto 11, 2010

Saliendo de la sombra

La punta de los dedos que se muerden
a sí mismos, sin quererlo, buscando,
no sé,
el aroma a sexo del domingo,
el ajo entre las uñas o el metal
de la barra olímpica en el instante
en que el cielo se vuelve púrpura.

A veces no se sabe
si es hambre, miedo
o ansiedad de estar vivo
en este mundo que no tiene orillas
pero sí muchos precipicios.

Entiendo por qué algunos quisieron
refugiarse en el absurdo de la fe,
y otros en el amor absoluto
que no existe.

Prefiero a ese hombre
que mira a una mujer
y piensa que anda como flotando
en su propio universo
sin responder a las miradas de los otros
pero siempre encontrando la de él.

Estamos tan solos, querido mío,
es tan difícil durar en el tiempo de la carne,
que quizás solamente queda
la pasión prolongada en el esfuerzo,
la elección,
la lucha por sobrevivir al secreto.

Los nombres a veces sobran:
alguien ya nos nombró cuando nacimos
y de todas formas vamos
sin saber quiénes somos,
tropezando
hacia la salida
del tunel oscuro del infierno.

Anoche, recordando los ojos de mi amante
pensé:
"porque amo, porque siento,
no soy una sombra..."

miércoles, agosto 04, 2010

Reflejos

Él se reflejaba en los espejos de mi casa,
en los que solamente yo tenía permiso
de aparecer.

Y mirarme fijamente, tratando de entender
las razones de esa necesidad
de huir constantemente,
de abandonar las rutinas
apenas construídas
de oler el cambio, ensayar el abandono
y desdecirme de todas las caricias maternales.

El pavor que el "para siempre" me provoca
proviene de la certeza
de que atar a alguien de esa forma
es una modalidad de la crueldad.

Uno que muta, se refleja y cambia
no puede permanecer anclado a una sentencia
de esas sucias
que se llaman promesas.

Pero ese hombre se reflejaba en los espejos
de mi casa.
Esos que son sólo míos
y de los desvaríos.

domingo, agosto 01, 2010

Ensayo de un hombre

Conozco a un hombre sin más convicción que la guía de su mirada.
Es inocente y malvado como los niños, por eso tiene intacta la paciencia.
Deshace mañanas enteras, construye noches en las que se bebe
como la gente grande y se come en largas sobremesas de canciones
y ensoñaciones de humo azul, serenas como el tiempo que perdí
aprendiendo que lo importante siempre es cualquier cosa.

Ese hombre que va y viene sin tropezar más de lo debido
tiene un sombrero, una mujer cuya silueta se adapta a cada extraña
y un número de la suerte que está a punto de aparecer.
Las sábanas de su cama son azules y el techo de su habitación
está lleno de burbujas de agua en las que duermen los nombres
de las niñas pequeñas y grandes que sonrieron a su lado.

Conocerle las esquinas es un arte de ciegos
y reinventarle los músculos un trabajo de agua caliente,
jabón y temple matutino.

A ratos ama. A ratos duda. Se muestra y no sé si sabe
que lo que veo en él me quita un poco la orfandad
de los reproches del miedo y me devuelve el poder
milagroso de salvar a mi ciudad de la horca.

Y eso jamás me podría lastimar.