domingo, julio 27, 2008

Todo lo hice mal

Para los Meteoros (como en sueños, claro está).

La primera boca que besé me regaló el veneno de no existir. La constancia me abandonó cuando se dio cuenta de que hacía más caso de la facilidad. La disciplina, vieja amante, vino y se fue cuantas veces quiso, dejándome al abrigo de la justificación complaciente, de la capacidad para articular coherentemente mis instintos y dejar a un lado mis deseos.

Y yo, que siempre fui una niña hasta hace poco, jugaba a querer y sonreír, a comprometerme y desafiar. Cuando me cansaba abandonaba con sonrisas lo emprendido y olvidaba, como sólo puede olvidar el que evoca siempre. Porque caminé con la melancolía: añorar los futuros a los que renuncié se volvió el mejor de mis vicios.

Y ahora me encuentro, por fin, sola. Después de quebrar, en orden alfabético, las expectativas del otro, y convencerme de que el amor es solamente voluntad y química, puedo volver a besar sabiendo que eso es solamente una boca, un brazo, una mirada que ignoraré por siempre.

Sonrío, escribo una coma y sigo hasta que de alguna parte llega el punto, casi siempre a tiempo. Puedo sentarme aquí a quererte, a quererlo, a quererme, mientras el alto contraste y el olor de los árboles me dice que no, en estos caminos no se puede saber lo que es el bien.


jueves, julio 17, 2008

Una mañana

Es verano, la lluvia hace una tregua. Los niños se esconden en cursos de natación o conciencia ecológica, vacaciones de televisión o visitas a los parientes. Por unas semanas dejan las calles, permiten el reposo de sus madres histéricas, dejan que los demás recordemos cómo es ir caminando para el trabajo sin esquivar autos enloquecidos, tacones atropellados y empujones mezquinos.

El barrio en el que vivo nunca fue un pueblo pero en él habitan los viejos amigos de la adolescencia, que ahora cuidan de sus hijos y en el fondo de los ojos todavía sonríen con inocencia; los padres de convierten en abuelos y los días pierden el peso de antaño, digo medio año como digo veinte, una semana o una espera se alargan por minutos sólidos que parecen eternidades.

La vida tiene planos temporales paralelos que conviven alternativamente en mi cabeza: para un viejo amigo el tiempo se suspende en trazos ensoñados (no andaré nunca por este mundo con cara de palo); el amor se presenta vertiginoso y reposado, el trabajo se extiende hacia adelante como una planicie sobre los meses en blanco... Y el dolor, ese que carece de tiempo, se asoma en un momento cualquiera y me recuerda que también hay historias que -desgraciadamente- no tienen final.


Y vivo así, mezclándome con los ritmos, mientras atrapado en una foto, recurrente y perfecto, sigue el día helado sobre un barco, cuando aprendí lo que significaba la libertad.


Cap San Diego, Hamburgo.

sábado, julio 12, 2008

¿Qué es un tatuaje?

Nada más que tinta y sangre. ¿Y qué es la vida para mi? En pocas palabras, eso. Treinta años y la certeza de que se puede habitar un mundo paralelo, propio...


Gracias a G por presentarme a Kim Ki-duk, a PB por las líneas dibujadas en el viento, a L por los degradados, a HB por acompañarme y a D por la madrugada.