Nada que se pueda hacer, nada que explicar.
Esto no tiene razones y todavía hago, como tú, el esfuerzo de no pensarlo todo, porque esto no se puede pensar. Sin lograrlo, querido escuincle, racionales siempre fuimos y sin argumentos me llega el golpe así, se me rompen los cristales todos, el sol es odioso, ningún matiz de la vida ha dejado de ser bello y todos me duelen nada más porque ya no te los voy a poder platicar, uno por uno de tarde o de mañana, perdidos los dos siempre, despistados y citadinos y enamorados de esa forma que nos costó tantos años lograr.
No te fuiste con tus lentes y dejarte la pulsera de tantos años no me sirve de consuelo. ¿Qué demonios haces tan alto, tan muerto y tan callado, con la camisa roja de comunista, con las manos destrozadas, con la felicidad tan inmediata destruida?
Dime Iván, ¿ahora quién me va a consolar? ¿En qué barranco se quedó el disco de radio tarifa y el libro de mann y esos besos más furtivos que mi mismísimo nombre, todo lo que te di y todo lo que escribimos?
Y sí que lo creo, estás muerto y yo qué putas hago con todo esto que nada más es tuyo y mío. Quién me llamará hermosa y me dedicará largas epístolas cristalinas. Quién me va a abrazar en cada problema, quién me va a amar tanto como yo amo a mis amores.
Ninguno a la altura de tu alma. Ninguna lágrima o palabra cabe en este dolor. Soy tan inútil como tú encerrado en la cripta y me quedo aquí escribiendo y leyendo al mundo de la mano de tu voz y si pudieras acompañarme me darías una perspectiva menos emocional, más constructiva y menos pendeja que la mía.
No lo puedo evitar aunque te enojes. Perdí a la persona que más y mejor me amó. Y aquí te voy dejando mi propio corazón en los ojos ajenos, que nunca un espacio fue tan mío como este que no toco, tanto como lo que te he dado, que se muere contigo y se me remuere a cada instante.
Hoy todo se mueve menos, al paso de tu ausencia me reclino en tanta vida pero sigue siendo igual de terrible. Venga el tiempo, que no te voy a dejar ir...