Se siente que el agua recorre espacios suculentos, el sabor de lo transparente toma tu nombre y se delínea por momentos en que nada de lo dicho vale. Apenas parpadeas y sonríes, extraño e imperfecto como eres, poblando las mañanas como regalo inesperado de la tierra.
Por fin se va el sol, la temperatura vuelve a recordar los tiempos del lago. Las inundaciones y el verano caótico se presienten, el cielo es una gran caja cubierta de luz que suaviza las sombras, el volumen de las cosas vuelve a ser el preciso y toda la pintura ajada de los edificios del viaducto se descara, la ciudad es más vieja que nunca y no hay brillos o sudores que la escondan de su descuido.
Y ni tanta risa, ni tantas voces. Los ruidos de las máquinas y los seres vivos van construyendo estos escenarios, las cosas suceden, a falta de mejor explicación, porque se encontraron el momento oportuno para ser.
Maquinas construidas a partir del ser humano, coexistiendo en una esfera de luz y sonidos.
ResponderBorrarSaludos.
La razón de ser es solo esa: Ser. En efecto. Los matices, bueno, hay quien puede ahogarse en ellos, deshebrarlos como el mismísimo salpicón de la existencia. Lo cierto es que las cosas son a pesar de sus espectadores. Y que el brillo, los sudores y los "regalos inesperados" son solo nombres.
ResponderBorrarO no?
Besos, mi vieja y amada amiga.