lunes, septiembre 06, 2010

Padre

Un hombre que invita a la ley,
ojos húmedos sin sueño, risa
que sin complicar matiza.

Para mi padre querría hacer una oración
que capturara la verdad de cada "no" que me regala,
pero no puedo, no es una idea ni un recuerdo
no está hecho de admiración, él es real.

Me enternezco los huesos el viernes por la noche
en la cocina, ron con coca-cola e historias,
despensa de soltero, madera que no se apila:
en movimiento nacen las siluetas,
reyes feos, felinos de anacahuita
que rugen al silencio de nuestra montaña.

Mi padre me enseña los caminos sencillos
y me recuerda el paso del tiempo.
Tiene la capacidad de la solidez
y el arte de la soledad,
la paciencia de ver a las mujeres retorcerse
en sus propios laberintos y sonreír
de pura ternura cuando mira las melenas,
las uñas y los dientes que no besan:
es que él me enseño a no ser una niña,
a valerme como ser humano,
a usar los poderes que todos tenemos.

Pero además
me presta su nombre cuando olvido el mío,
su mano cuando creo que caigo,
su voz cuando no puedo escuchar
más que el ruido ilógico de mi alma confundida.

No debiera hablar de él así,
este no es un homenaje solemne:
Arturo,
el hombre que me dio algo más
que la posibilidad de la vida.

Ese es mi padre.


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