domingo, diciembre 21, 2008

Vacaciones

No paro de escribir en mi mente. Cada vez que el mundo se mueve dejo de ver y comienzo a explicar, con palabras armo renglones sobre el rayo de sol que atraviesa la ventana, permitiendo que vea las partículas de polvo y trabaje sin prestar casi atención a lo que hago.

Pasan a veces las horas llenas de deberes diferentes a las letras: ser amable, convencer, vender, organizar. Decidir y barrer la tierra que se mete en el nuevo local, atender por la noche el montaje en un hotel, volver a casa hambrienta, agotada, soñar con el trabajo, los pendientes, las vacaciones que hoy ya son.

Pierde el tiempo su peso cuando no hay nada qué hacer obligatoriamente. Y pienso en los momentos que nos salvan del miedo, como una noche en la casa de muros blancos y platillos comentados, capaces de llevarnos a otra tierra, real o imaginada por el cocinero-amigo-anfitrión.

Como una extensión del placer ingenuo de compartir el vino y la comida son las vacaciones, tiempo para olvidar mi nombre y ser sólo una persona con los días sin argumento por delante, listos para ser llenados por encuentros, huídas y remansos largos. Estos son días para aprender a alargar los instantes, y acomodarlos, por fin, en estas líneas.

4 comentarios:

  1. Como si fuese espejo, me ví en tus renglones. Gracias por la sacudida al corazón, besos.

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  2. Anónimo4:38 a.m.

    Sólo de año en año...

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  3. Paso a dejarte un abrazo y a desearte muchas felicidades.

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  4. La copa dentro de la copa, las palabras dentro del vino.
    Un beso.

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Escribe algo. Todas las palabras tienen peso.