jueves, agosto 30, 2007

Escenas fortuitas

A la memoria de José Lorenzo Feijoo

Hubo un tiempo ya lejano en que te conocí casualmente. Ibas con una sonrisa medio abrumada por los recuerdos, bonachón y enamorado. Cuando bailabas coqueteabas con el aire, perdido en el humo denso de la noche, imaginando escenas atravesadas de deseo que beatificabas con el tiempo experto de tu cuerpo.

Alguna vez hablamos y tus palabras estaban llenas de mujeres menudas de ojos hermosos. Fue entonces que supe que eras un actor deambulando por la colonia Roma en busca de ron y tabaco. Actuabas dramáticamente tus cincuenta y tantos años, representabas a un niño viejo y amoroso que se prendaba de cualquier boca mórbida de barra, dibujabas siluetas con narraciones extraordinarias, amores perdidos, cárceles y lecciones dolorosas.

Cuando desapareciste de mi vida eras feliz: amabas y te amaban, ponías tus horas en un sótano disfrazado de restaurante y rezumabas una paz alegre que me cautivó siempre. Hoy, después de algunos años, me entero que estás muerto.

La historia de tus últimos pasos se me escapa y no la voy a reconstruir. No fuiste mi amigo ni hubo lazo que nos uniera, más que mi secretas ganas de ser como tú.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Escribe algo. Todas las palabras tienen peso.