jueves, diciembre 02, 2010

Una madre antigua

Cada amanecer tambalear con una duda
marear la incertidumbre, tensar el cuerpo.
Es tan triste cuando arranca el tiempo
en esta parte del mundo, la ciudad en que nacimos,
miserable y cruel con la idea de lo bueno
egoísta en sus milagros, peligroso engendro.

Es un animal, a veces duerme y ríe,
te permite reposar sobre su piel,
escuchar su respiración y sus latidos.
Parece entonces una madre que no muere,
reconoces en cada esquina su sangre que destella
como si se abriera la carne y te dejara
tocar su alma de lago asesinada,
su transparencia de fantasma tierno.

¿Cómo vamos a saber qué siente?
Entrar a sus brazos a las seis, siete, ocho am
es un salto de fe, la caída en el absurdo,
una carrera para arrebatarle lo que puedas.
Es como tú una mujer caprichosa
capaz de enamorarse por un rato,
inventar a una pureza inexistente
y hacer reales pequeños deseos...

Hasta la próxima mañana, hasta otro reto.

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