miércoles, febrero 03, 2010

Túnel

Rollende Tonnen, Henri Cartier-Bresson.


Allá nos lanzamos, arriesgados,
aventurando el otro lado del túnel,
deslizando las suelas
con miedo de caer
y mancharnos la ropa
con la turbia materia de lo desconocido.

Brillamos, sí, lo hicimos,
ante los ojos de quienes quedaron atrás:
encarnábamos la posibilidad de lo nuevo
la promesa de lo extraño,
el deseo de una respuesta.

Nadie se imaginaba entonces
que volveríamos tan sólo
con un saco lleno de preguntas.

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