Detrás del paisaje, más allá
en aquella zona pública
más privada que una cama.
Miras los árboles desgajar semanas
y a los soles decolorar piedras.
Caminas a través de tus años
por el mismo sendero
de la ruta Tolteca.
El parque se las ha ingeniado
para olvidar su pasado de ladrillos
y conservar el silencio de los transcursos.
El último calor del otoño se concentra
en la glorieta de la palma pequeña;
los niños son como pequeños animales
que completan, sin molestar, el entorno:
los hijos de los que no tenemos hijos
son siempre bellas postales.
Y los apartas de un soplo
para volver al olor del acero,
la textura descascarada de tres capas
de pintura (dos azules y una roja).
Y caes en el vaivén del cuerpo
a la sombra y a la luz, ritmo sin tiempo,
rato sin minutos, íntima infancia recobrada.
en aquella zona pública
más privada que una cama.
Miras los árboles desgajar semanas
y a los soles decolorar piedras.
Caminas a través de tus años
por el mismo sendero
de la ruta Tolteca.
El parque se las ha ingeniado
para olvidar su pasado de ladrillos
y conservar el silencio de los transcursos.
El último calor del otoño se concentra
en la glorieta de la palma pequeña;
los niños son como pequeños animales
que completan, sin molestar, el entorno:
los hijos de los que no tenemos hijos
son siempre bellas postales.
Y los apartas de un soplo
para volver al olor del acero,
la textura descascarada de tres capas
de pintura (dos azules y una roja).
Y caes en el vaivén del cuerpo
a la sombra y a la luz, ritmo sin tiempo,
rato sin minutos, íntima infancia recobrada.
Un picnic por los dominios de la nostalgia.
ResponderBorrarInolvidable la frase: "los hijos de los que no tenemos hijos..."
Postales hijas de su madre, sin duda.
utss ya me entro lo nostálgico
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