martes, septiembre 23, 2008

Septiembre de 2007

Hace un año estaba como despertando de un sueño, volviendo a ser yo en sentido exclusivo. Era un tiempo como para bailar cada mañana en el espejo y reencontrarse, brevemente, con recuerdos muy lejanos que crecieron con su propia, hermosa y retorcida historia.

Otra vez era dueña del silencio y no imaginaba todo lo que desencadenaría ese cambio: sin darme cuenta, cada tanto destruyo la normalidad por miedo a ser siempre la misma, y el mundo se reacomoda inesperadamente. Hubo un dolor necesario, otro completamente superfluo y una calma que de alguna forma anunciaba la llegada de los extraños que hoy son entrañables.

Tenía un tatuaje menos y creía que las aulas se habían cerrado para mi. Tampoco recordé el cumpleaños de Patricio y la computadora de casa servía, no como hoy que escribo en el trabajo, escuchando de fondo Radio Universal.

Y de pronto supe que en estos días se cumplía un aniversario de cosas que merecen ser recordadas, como el incremento en la velocidad de la vida, la tercera década cumplida y los amores que siempre importan, independientemente de su belleza o el estilo de sus argumentos.

Otra vez me sorprendí de la facilidad con la que se puede cambiar de vida.

2 comentarios:

  1. Ojala tuviera tu habilidad para sentir esos cambios... Yo siento que llevo siglos en la misma carretera, solo cambian los paisajes de repente, pero no hay cruces. La vida sigue siendo inexorablemente la misma... Y yo tambien.

    Salud!!

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  2. Anónimo2:17 a.m.

    Si mal no recuerdo, estaba en otro país, a punto de regresar, sin haber encontrado como quedarme en ese momento, pero contento de haber tocado y grabado harto.
    También me reencontré con gente varia del pasado, incluida ud.
    Muchas cosas siguen igual, pero distintas...
    Lo mismo pero cambiado, pues.

    Un abrazo

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