viernes, agosto 07, 2009

Lluvia



Camina sobre el pavimento.
Aunque sea el año más seco, llueve
y te mojas alegremente,
caminas adusto con tu paraguas
o corres a guarecerte
en la primer marquesina que encuentras:

Las gotas de lluvia caen sobre la ropa,
se deslizan por la piel, empapan el calzado.

Rehacen ríos entubados,
forman arroyos imprevistos,
reblandecen estructuras,
roban visibilidad,
provocan colisiones de metal
y olas que atacan peatones indefensos.

Nutren tallos y hojas,
divierten a los niños pequeños
humedecen el alma de los poetas
y de los enamorados sin remedio.

Confirman las peores suposiciones
de las almas pesimistas
y caen en el drenaje,
mezclándose con las aguas negras.

Se fugan en grietas secretas,
perdidas fuera de la tubería de otro siglo,
herrumbrada y temerosa
clavada en la oscura tierra,
junto al agua de manantial
que alguien decidió esconder,
cubriéndola de asfalto para siempre.

lunes, agosto 03, 2009

Recuerdos


Ex-convento de Actopan, Hidalgo.


Ahí, a la mitad de tandos muros y ventanas inexplicados; oliendo el polvo y el agua secos del pasado, se dio cuenta de que el único habitante de sus recuerdos era él mismo... Y sintió la imperiosa necesidad de compartirlos.

Pero no era posible.

miércoles, julio 29, 2009

Pereza

A veces el aire pesa,
la luz se asienta,
el silencio arrulla.

Más vale buscar el parque más cercano
y aprovechar la calma para dormir al sol...

jueves, julio 23, 2009

Pequeños arrebatos III

Una fecha me lleva al recuerdo
de cosas que jamás sucedieron.

El pasado imaginario tiene la ventaja
de no terminar nunca.

lunes, julio 20, 2009

Pequeños arrebatos II

De tanto tocar tus manos,
escuchar tus ojos
y lamer tus minutos
te convertiste en realidad.

Tú, que eras instante.

jueves, julio 16, 2009

Pequeños arrebatos I

Y no podría extrañarte
porque nunca has estado aquí.

Conocerte ha sido imaginarte
y quererte un esperar
a veces tierno
y siempre inexplicable.

martes, junio 30, 2009

Librarse o perecer

Quería librarse del recuerdo
que volvía en forma de voz
al teléfono, insistente
como si las décadas no pasaran.

Hay dolores que dentellan,
sorprenden en los sueños,
castigan a distancia.
Hay pasados que siendo presentes
mortifican tristemente:
ser lo que se fue, por un segundo
puede otra vez hacernos llorar.

Supo que tenía que librarse
o perecer en la melancolía.
Matar la posibilidad,
cerrar las puertas
y darle nuevos testigos a la vida.

Dejar el pasado atrapado
en imágenes familiares
que no hacen daño...

martes, mayo 26, 2009

Tienes toda la razón

Si lo único que tengo es este tiempo,
esta dureza más real que el amor
y la incertidumbre que me agota
¿Cómo puedo hacer poesía?

Justo por eso, dirás desde lo etéreo
debo encontrar lo hermoso.
Porque nada en este mundo vale
Si no lo rehaces
desde su pobre realidad.

¿Qué somos, sino carne que se muere?
Sólo eso si no lo llenas
de la música que corre por la sangre
de cualquiera que esté apenas vivo.

Si no fuera por los matices
que a veces me regalas
esbozados en frases al aire
o miradas dulces que derriten los minutos.

Si no me ofrecieras la cicuta
en vaso alto,
las fuentes para pescar imágenes
y todos los sueños diminutos,
no podría hacer salir el sol
cada mañana
y volverte a buscar en todas las esquinas.

Tienes toda la razón.

miércoles, mayo 13, 2009

Adiós, Nacha Pop

Hoy leí en el periódico que murió Antonio Vega. Hasta hoy no había visto una foto de ese hombre (mucho menos consumido por el cáncer) que hoy ya no es. En los ochenta yo fui niña; con los noventa entré en la secundaria. No fue propiamente de mi tiempo, aunque sí recuerdo a un primer novio que tenía una hermosa maleta de cuadros rojos, llena de discos compactos. También que hacía fiestas en Tepepan, Xochimilco y que tenía 16 años cuando aprendí a bailar canciones de Danza Invisible, la Unión y el Rock en tu idioma en general. Ya muy tarde cuando se terminaban los vasos de chela, se escuchaba La chica de ayer o Lucha de gigantes, que volvería con "Amores perros" años después.

¿Y por qué me da tristeza? Quizás porque imaginaba entonces lo que imaginaría aquél hombre el mundo. Tanta nostalgia en una voz tan joven era síntoma del enigma. Como cualquier arte que valga la pena, valía por lo que no decía.

Tengo algunos muertos en el alma y, cuando lloro por la ausencia, siempre lloro por lo mismo: porque esa mirada desapareció y jamás volverá a pintarme el mundo a su manera...

Y porque en la cama fumábamos y los planos se me movían sin querer escuchando Una décima de segundo:


Un momento en una agenda,
una décima de segundo más
vuela,
va saltando de hoja en hoja,
mil millones de instantes de que hablar.
Una ráfaga de aire frío
un molino de viento hace girar,
sigue,
va rodando sobre su eje
describiendo una trayectoria más.



Adiós, Nacha Pop.

martes, abril 14, 2009

Paredes




Estar demasiado tiempo dentro de las mismas paredes provoca recuerdos que al momento de abandonar ese sitio no se dejan meter en cajas: te tiran de la falda para que te quedes, insisten con el chillido desesperante de lo irremediable y al final se rinden llorando en un rincón, como niños o cachorros abandonados, antes de desvanecerse lentamente.

Cajitas enormes como de zapatos donde metemos la cama, la ropa, los libros y todo lo que pensamos que necesitamos o queremos. Eso y los colores, la forma particular de la luz, el olor a viejo o a humedad, y todos los minutos que pasamos ahí. En realidad no necesitamos nada para vivir, sólo el tiempo que imprimimos en historias y anécdotas, en olvidos necesarios y recuerdos que nos explican de alguna manera lo absurdo de casi todas las historias, justificadas cuando son ya pasado.

Antes de llegar alguien ya había quemado la alfombra con una plancha de vapor. En el baño, un pequeño azulejo despostillado evocaba un descuido o un drama, y el estado lamentable de la cocina hablaba de muchas sopas y cafés recalentados. No sé quién vivió ahí, pero sé que alguien lo hizo. Fueron muchas personas, a lo largo de medio siglo, y su rastro apenas perceptible a veces se me metía en los huesos cuando no podía dormir.

Y hace falta una decisión, medianamente convincente ante el espejo, para cambiar de casa. Nada más que comprar cajas, hablar con la mudanza y pasar una semana entera tirando cosas, seleccionando escenas y cambiando sin querer la página por otra nueva, en blanco o con todos sus renglones dibujados en tinta negra y margen izquierdo rojo, lista para emborronarse con la incertidumbre que siempre está ahí. La estela del pasado queda, al entregar las llaves, como regalo de bienvenida al siguiente inquilino, que se preguntará quién colgó tantos carteles con tachuelas o cómo se rompió la cerradura de la recámara.

Al llegar a un nuevo lugar, uno no puede evitar estremecerse: una nueva luz que dejar caer sobre las tardes o los cuerpos desnudos; otras puertas para encerrarse o dejar pasar; un escenario, tan bueno como cualquier otro, para seguir respirando y actuar.