
Camina sobre el pavimento.
Aunque sea el año más seco, llueve
y te mojas alegremente,
caminas adusto con tu paraguas
o corres a guarecerte
en la primer marquesina que encuentras:
Las gotas de lluvia caen sobre la ropa,
se deslizan por la piel, empapan el calzado.
Rehacen ríos entubados,
forman arroyos imprevistos,
reblandecen estructuras,
roban visibilidad,
provocan colisiones de metal
y olas que atacan peatones indefensos.
Nutren tallos y hojas,
divierten a los niños pequeños
humedecen el alma de los poetas
y de los enamorados sin remedio.
Confirman las peores suposiciones
de las almas pesimistas
y caen en el drenaje,
mezclándose con las aguas negras.
Se fugan en grietas secretas,
perdidas fuera de la tubería de otro siglo,
herrumbrada y temerosa
clavada en la oscura tierra,
junto al agua de manantial
que alguien decidió esconder,
cubriéndola de asfalto para siempre.