lunes, marzo 31, 2008

Y sí / Despedida

Y cantábamos a través de los kilómetros. Ibas muy rápido pero no importaba, la velocidad se pierde si desaparecen las referencias, todo era azul y ocre en el camino. Pasaban canciones extrañas, rolas conocidas, intercambios de palabras diluidos en un rodar escandaloso. Perseguíamos a sol, tratando de llegar con él a casa, felices y lúcidos después de haber dormido tantos días en el silencio.

Y sonreías. Fuera del mundo, por fin en el mundo, no tenías nada más que esa alegría gritona al volante, contento de tener un copiloto para encenderte los cigarrillos, darte de beber y cambiar al siguiente track. Nos mirábamos de reojo, hablábamos poco, nos mostrábamos los dientes uno a otro. Porque tú me llevabas y yo transcurría en silencio llenándome los ojos recién comprados de cosas sin nombre.

Y sin duda fueron horas buenas. Porque volvíamos a la realidad para encontrarnos con el tercero de nuestra historia en una cita a la vieja usanza, sin celulares ni correos electrónicos, hecha mucho tiempo atrás y cumplida con ilusión.

Y mientras tanto eras fuerte; yo tranquila observadora. No te temblaban las manos, no dudaste una sola vez. Preciso y hermoso, dueño del camino eras, dejándome todo el aire para flotar la nueva nitidez, las montañas atravesadas por los ojos, cada una de las nubes con una silueta precisa, mi añoranza de un mundo viejo, hecha realidad gracias a ti. Disfrutabas, lo sé, tanto como yo.

Y entonces encontramos esa fila enorme de autos quebrando el camino. A nuestro corcel le costó frenarse y quedar inmóvil en aquella caravana, pero tuvo que hacerlo. Dejamos de ser ángeles y nos convertimos en curiosos, que después de diez minutos se bajan a buscar el inicio del conflicto, en un intento estúpido pero lógico por deshacer el nudo que nos amarró sin previo aviso al piso.

Y nos aferramos a la música, nos resistimos a iniciar la conversación que sabíamos que habíamos de sostener mientras esperábamos a que algo reanudara el maravilloso orden de aquella huída, tan de golpe como había sido interrumpida.

Y pusimos la radio, buscando una respuesta para no hacer conjeturas. Y escuchamos una débil frecuencia con noticias y comerciales locales. De pronto ruido y algo claro: el sonido de una película infantil, el diálogo de una princesa con un escudero. Nos miramos otra vez, ahora de manera diferente.

Y empezamos a conjeturar: esto era imposible, en medio de una frontera, en medio de una fila de autos, en medio de una aventura, un regreso y un amor, este diálogo imposible de Cenicienta, Blancanieves o la Sirenita. Lo descubrimos, al cabo de unos minutos. Era una camioneta enorme y moderna con televisión que interfería en nuestra antena. Desilusionante, hubiera sido mejor ignorar por siempre y seguir imaginando.

Y pareció como el final de algo. Poco a poco se disolvió el embotellamiento, provocado por una mala señalización en semana santa, y volvimos a la velocidad. Pero se hizo de noche, el sol nos dejó atras, el cansancio nos invadió y las canciones se empezaron a repetir. Seguíamos en silencio pero era un silencio diferente, lleno de dedos que tamborileaban y miradas barriendo la oscuridad de reojo.

Y llegamos a nuestra cita exhaustos, no nos alcanzó el tiempo para celebrar y al final nos fuimos a la cama rumiando la tristeza de la ciudad, esa helada casa llena de ruido y luces, todas con nombre y apellidos.

Y sin embargo, volamos esa tarde, ¿lo recuerdas? Yo todavía siento las cosquillas en los pies.

viernes, marzo 21, 2008

Trampas de la luz



Dar la vuelta al mundo y colocar
los ojos en la trampa de luz
que trasluce nervaduras temporales.

¿En qué tierra estamos?
¿Qué lengua se habla aquí?
¿De qué color son los ojos de los que nos enamoramos?
Da lo mismo, detalles van y vienen
Todo comienza y termina
En un contorno imaginado.

lunes, marzo 10, 2008

Espada

Un ojo es una espada:
el dorso de una mano al aire
igual al filo de una mirada.

Quien se atreve a ser el hombre
-guerrero fiero, falcata al cinto-
también es el cruel niño que realiza
la venganza de ilusiones muertas.

Jugar con una katana a ras de tierra,
blandir la cimitarra con pulso impío,
fuerza controlada, golpe seco
que corta los gritos de la muerte.

Entrar de pronto y en una puñalada
partirle el pulso a la calma,
quebrar para siempre el presente
con el brillo triste de una daga.

Y descansar en un charco de sangre,
pensar en una vida suave,
sin estertores que celebren
la gloria de abatir al enemigo.

Terminada la batalla los pequeños juegan
con espadas de madera entre las ruinas
a reconstruir el mundo a partir de las cenizas.

Foto: Gabriel Gaytán-Ariza.
Daga vietnamita en la Exhibición "Bronces del Museo Nacional de Historia de Vietnam"
en el Museo de la Capital. Beijing, China.


lunes, marzo 03, 2008

Sueño de ojos

And the ghost of your memory is the thistle in the kiss
It's the burgler that can break a roses neck

It's the tatooed broken promise
I hide beneath my sleeve
I'm gonna see you every time I turn my back

Tom Waits, Blue Valentines





Tus ojos en mi sueño no son como tus ojos: se funden en recuerdos alterados a conveniencia para armar una historia tal vez no bella, pero siempre intensa. Viniste y te me fuiste pronto y mal; todavía andas por ahí con esa sonrisa equivocada, viviendo una vida que ignoro y fundamentando -con el hecho innegable de tu respiración- fantasías imprudentes ocasionales, retorcidas y persistentes, siempre de color azul.

Tormento de sueño profundo, inofensiva criatura, memoria que ya no duele, parte subterránea de mi vida que regresa sin aviso y atestigua los temblores de otro tiempo.