Para decir te quiero en este mundo extraño, basta con mirar el buzón de entrada y sin contestar, saber que tus palabras están ahí.
A veces, para decir te quiero solamente te miro, te grito, o me alejo y observo tu vida desde la barrera, te recuerdo cuando manejo hacia el infierno de Santa Fe o te sueño como eras hace muchos, muchos años.
O quizás, antes de las ocho de la mañana, me digo que no sería completamente yo si no hubieras aparecido silbando, rechinando los dientes, mascullando dolores o escabulléndote con arte de la mierda de este mundo.
Te llamo amigo, hermana, amor o desconocido histérico en el tráfico. Te nombro bella dama en un bar, cliente, empleado o portera.
Te llamo... y casi siempre respondes.