jueves, abril 21, 2005

Un tropiezo

Ya no sé dónde te puse, te busco en los cajones, en el aire... Creí que te había dejado en mi alma pero esta noche me trajo tus dolores, me sentaste para escuchar la cuenta de los agravios. Siempre he estado aquí y sin embargo me duermo todo el tiempo, dejo de escucharte, te me pierdes en el ir y venir de los caprichos. Ahí estaba pero no tenía lo que querías, lo que fuimos y no somos. Lo busqué sin hallarlo. Nos quedamos mirando y me acusabas. Tenías razón, pero nada podía hacer ya.

No he olvidado tus nombres luminosos ni tus manos (que nunca fueron mías). Yo te amé, todavía te amo, te dí todo el tiempo que tuvimos, te construí una casa en tu propia casa, una sonrisa de compañero, todas las vistas del paraíso en un álbum de ventanas, las palabras secretas de tus arcas. Y así soy, brinco y recomienzo, no dejo de andar, no sé quedarme en una cama que no sea la mía, en una vida que no sea la mía.

Ahora amaneció y estoy cansada. No quiero seguir colgada del mármol, te he mirado tantas veces a mis pies, lejano y frío, que me quedo dormida una vez más para no llorar contigo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Escribe algo. Todas las palabras tienen peso.