martes, abril 26, 2005

Por el rostro conocido

Está bien levantarse y dejar en el toallero las colillas formadas. En el cuarto de espejos la cama ravuelta, la estela de este perfume dulce por treinta metros cuadrados. Está bien salir, hoy no quiero permanecer en este reino, todo está demasiado vivo y hasta mis hijas las plantas me vuelven la espalda, tienen sueño todavía.

Es tan temprano para descubrirse los hombros, para cantar en patriotismo, para encender un cigarrillo en el final del anterior, es tan tarde para seguir durmiendo. De todas maneras estornudo y un hombre a tres filas de autos me dice salud. Me sonrìe. Nos despedimos, complicidad a las ocho de la mañana en esta ciudad de aire.

Y podría haber sido como Sémele
Inocente, hermosa y amante
Preñada y curiosa por ver el rostro de su dios

Pero ya lo había visto, dormida. Este día no puedo quemarme en otra mirada. Estoy de nuevo en mi inmensa casa de avenidas imposibles, diosa como nunca, tan pequeña.

2 comentarios:

  1. La ciudad es un inmenso laberinto para algunas personas.

    Saludos

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  2. Al volante matutino un estornudo se escuchó por alguna parte, por otra alguien dijo: salúd! En las complicidades efímeras de una ciudad con mas de un millón de nombres a cuenta, yo sólo soy un espectador...

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