lunes, abril 18, 2005

Lo que viví...

A Juanito

Amanece y soy la mujer que limpia el piso; nada sino el olor del agua y los brillos del sol que pasan por el florero y riegan los prismas de silencio en el el condominio. Luego el baño, la misma agua convertida en vapor, todos los sueño por el drenaje, líquidos, y esa cara en el espejo, otra vez el mismo comienzo diferente. ¿Cómo fui de presencia vaporosa a Casandra determinada? Con el espanto le dejo un beso a Orestes, me vuelvo a los libros y ahí está, preciso como las espinas en las rosas eternas de mi mesa: la mala poesía de los metafísicos, el contenido sobre la forma, la verdadera vida no entre líneas sino ahí, escrita rotundamente, sentida por mi.

Porque sonó el teléfono y eras tú: te dolías y pedías de comer. Te dejaste cuidar y sonreíste para mi con placidez.
Porque sonó el teléfono y eras tú: comprendiste y nuestros tigres esperaron a la siguiente tarde de sol. Me devolviste la calma.
Porque sonó el teléfono y era yo: pero no quisiste escuchar y me dejaste el tono al infinito de estos miles de kilómetros, envuelto en tu rabia inexplicable.
Porque sonó el teléfono eras tú: sonabas lúcido desde tu locura y creías en lo que decías, pero no era cierto.
Porque sonó el teléfono y no eras tú: era la voz divertida del presagio. Todo se desencadenó y regresé a mis sueños de pelo revuelto.

Y sí, juntos cubrimos las áreas conocidas de la ciudad y te espantaron mis lágrimas y por una vez hablaste con dulzura. Sola recorrí antes estos mismos caminos, pero nunca los ví tan claros. Cantaba y nadie me escuchó. Corrijo: yo me escuché.

Compartíamos la noche deshilachada del domingo, el escenario más trivial, el menos adecuado siempre, pero sé que viste lo que había en mis ojos mientras ardían y te esforzaste en construir un sentido para ese momento conmigo y todavía mientras nos chingábamos cariñosamente me retumbaban esas palabras en la cabeza: "estás conmigo, estás segura, puedes hacerlo".

¿Sabes? Sí era cierto. Estaba contigo, segura y pude hacerlo. Pude regresar a esos infiernos de los que me diste la llave y no pasó nada malo. Éramos más fuertes, menos ingenuos, amábamos más la vida y creo que hasta mejor: "... de lo que se trata en realidad y para el materialista práctico, es decir, para el comunista, es de revolucionar el mundo existente, de atacar prácticamente y de hacer cambiar las cosas que nos encontramos."

Y sólo así, en este contexto, en cada uno de estos días, lo acepto: somos comunistas y transformamos este mundo, es nuestro si lo queremos construir.

1 comentario:

  1. Sé que te debo muchas cosas. Muchas palabras cuando menos, que no son cosas aunque se esfuerzan por serlo. Siempre los domingos. Los domingos sol{ia quedarme en casa con F. Odiaba los domingos y yo, en cambio, los gozaba mucho. Contigo ha pasado algo parecido.

    Cada vez que me entero de cuánto pareces cosechar de nuestros tedios en común, me impresiono más de ti y de nuestra larguísima amistad. Y me resuenan otras palabras en la cabeza: "Sí, doctor, esta mujer sería el amor de vida si no fuera porque no ha podido ser...no sé ni porque..."

    Si las mujeres con las que he desfigurado mi camino por tantos años, me quisieran la mitad de lo que tú, vieran la mitad de lo que tú ves y tuvieran la quinta parte de huevos, estaría jodido con tanto amor, tal vez, pero feliz.

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