martes, agosto 15, 2006

anclaje

Cuando colgó el teléfono, ya no sabía bien porqué era tan importante aquella llamada. Del otro lado, una voz conocida, ausente por largo tiempo, le había comentado, como cualquier voz, los generales de unos cuantos años de existencia: amores, mudanzas, ciudades, trabajo. Quedó, tras colgar y regresar de una evocación vaga, un ligero temblor de conciencia preguntando razones y significados.

Y eran sólo anclas a una identidad lo que buscaba buscando a aquel hombre. La intención de recuperar por un momento uno de los mejores interlocutores que había tenido, en esta época de ecos escasos. En una instantánea había quedado aquella casa llena de helechos en la que un día platicaron por última vez, alrededor de un mes indefinido de hace unos cuantos años en una colonia invadida por el ruido pero con rincones propicios para esconderse...

Una carta pendiente y un esfuerzo por acostumbrarse a esa voz que había cambiado con la experiencia; un encuentro de fecha incierta y una idea: así juegan los perversos a ser humanos, retando a la paciencia y a la soledad.

martes, agosto 08, 2006

tu poema

Respeto cada vez más ese momento en el que despierto (afuera se va desmoronando la noche en agua) y tu duermes sonriendo. Siento el olor de tu cuerpo al moverse y regreso a mi sueño sintiéndote sin término.

Voy queriendo tus palabras cuando las dices (de tan pocas que regalas) . Estás hecho de risas y actitudes que poco tienen que ver con las maneras conocidas de adjetivar un amor.

Tal vez por eso estoy contigo, aún no puedo escribir el libro de tu vida, sintetizarte en prosa o verso, atrapar la constante de tus comportamientos en mis libretas.

Me devuelves los relámpagos como un espejo, me dejas ciega de tanto mostrarme cómo soy: no tan dulce, tan hermosa, tan extraña como creí ser; pero más verdadera y humana.

A ti, el otro lado de mi cama yo le digo: que la forma es importante, pero que el fondo que me vas mostrando con los días es más profundo que el que conocía.

Forma y fondo, así vamos reflejándonos en un diálogo, que implica todos los aspectos incómodos
y superfluos que no tomamos en cuenta a la hora de pensar en el amor.

A nadie como a ti pude llamar compañero, y decirle que lo quiero por construir este amor
con trozos de realidades.

lunes, agosto 07, 2006

esos temibles objetos...

Llego a la casa. La gata Mariano no desea comerse las sardinas y maulla por sus croquetas habituales. Todo está limpio, ordenado. En el aire húmedo se desliza algo así como un perfume que hace juego con la penumbra de la tarde. Un espacio deliciosamente ordenado para añadirle música, algo de luz y descansar.

De pronto me encuentro, en la mesita de las llaves, con un objeto temible. No lo parece, y más bien da la idea de algo bonito y alegre. Es un cuaderno media carta, color verde, que deliberadamente he intentado traspapelar. Abierto en una hoja con tres teléfonos y una dirección de correo electrónico. Me acerco muy despacio y lo cierro. Lo devuelvo justo a la mitad de la pila de libros, casualmente, y camino hacia otra parte hasta que lo pierdo de vista.

La última vez que escribí en esas hojas fue para despedirme de una persona amada, de mi igual y mejor amigo. Página tras página lloré sentada en un sillón de velatorio, mientras rehuía la visión del ataúd y de su cuerpo, tan el mismo pero sin vida. Al día siguiente, anoté los teléfonos de su padre, la dirección de un amigo suyo.

Está de más decir que nunca llamé a su padre y que el mail que escribí a su amigo nunca tuvo respuesta. Y todavía hoy, cuando el terrible sentimiento del vacío ha quedado reemplazado por una tristeza de baja intensidad y un hueco en los días tranquilos, temo ese objeto, esas palabras que no estoy lista para releer, esos sentimientos que no estoy lista para volver a sentir.

Todos guardamos así, pequeños artículos que representan nuestros secretos, nuestras lagunas emocionales, nuestros demonios. Algunos, para no echarse a llorar de miedo, los exhiben como personajes de circo, pretendiendo que son más grandes que ellos. Otros los esconden e intentan creer que no existen; otros más, como yo, los dejan al alcance de la vista y esperan, con reverencia, el momento para enfrentarlos.