lunes, mayo 29, 2006

La que soy


O fui hace unas semanas, con Mariano la gata conflictuada; Miguel y Cristina, su hermana.

El mar sobresaltaba a la gato con cada rompimiento de ola. El tiempo no se regía más que por el paso del hambre y del agua, y las sonrisas venían fácilmente, sobre cuando olvidaba dónde estaba, el nombre de una playa que nadie bautizó con suficiente autoridad como para recordarme que no era mía.

El extraño regalo de la alegría va mejor con la calma. Y se queda como la pie ennegrecida durante un rato de vuelta en este indigerible revoltijo que llamamos ciudad.