
Si de la punta de los dedos de una mujer
cayera la luz que protege a los enfermos,
y de una mirada que se desmorona
dependiera la saciedad del tiempo.
Si curarse del dolor de la existencia
fuera posible, sostenible, viable,
y hablar fuera suficiente para decir algo, entonces,
sólo entonces, sabría que me comprendes.
Y la piel de sol de las manzanas cantaría
con el olor dulce de la carne entre los dientes
y por tu garganta podría correr la melodía
del sabor que sólo quien se come al mundo entiende.