miércoles, febrero 17, 2010

Sonámbula


Perdida estabas, agitada entre los pasillos de colores,
buscando el zapatito que el bebé dejó caer
en algún punto del camino distraído de la compra,
tarareando las canciones que salen de bocinas invisibles
deslumbrada, un poco, por el orden de las latas,
la limpieza del piso, la fealdad del techo altísimo de lámina,
los empleados muriendo de tristeza, de enojo contenido,
de indiferencia atroz por tus problema.

El bebé sonríe porque corres y te mueves,
mientras él abraza su pie diminuto dentro del calcetín
azul, quizás blanco, no puedes perder un zapatito más,
debes hallarlo, este lugar es demasiado grande.

Y tú estás tan cansada que podrías
sentarte a llorar en los carruseles de ropa,
a dormir el sueño de las lechugas desmayadas,
esconderte detrás de la concentración de carritos
perfectos, azules, rojos, eficientes,
listos para llevar la miseria de cualquiera
por el camino artificial de la bonanza,
cortando con elegancia las esquinas.

Como en el juego del timbiriche, cerrando cuadros,
trazando una ruta a lápiz imaginario
hasta la caja, hacia la puerta, otra vez al mundo
que te hace tanto daño.

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